La apariencia puede seducir, la personalidad puede enamorar.

viernes, 30 de enero de 2009

Llegas, amor, cuando la vida ya nada me ofrecía sino un duro sabor de lenta consunción y un saberse dolor desamparado,casi ceniza de tinieblas;llega tu voz a destrozar la nochey asciendes por mi cuerpo como el cálido pulso hacia el latir postrero de quien a solas sabe que un abismo de duelo lo sostiene.Nada había sin ti,ni un sueño transformado en vida,ni la certeza que nos precipita hasta el total saberse consumido;sólo un pavor entre mi nochelevantando su voz de precipicio;era una sombra que se destrozaba,incierta en húmedas tinieblasy engañosas palabras destruidas,trocadas en blasfemias que a los ojosni luz ni sombra daban:era el temor a ser sólo una lágrima.Mas el mundo renace al encontrarte,y la luz es de nuevo ascendiendo hacia el airela tersa calidez de sus alientos lentamente erigidos;brotan de fuerza y cólera y de un aroma suave como espuma,tal un leve recuerdo que de pronto se hiciera un muro de dureza o manantial de sombra. Y en ti mi corazón no tiene formani es un círculo en paz con su tristeza,sino un pequeño fuego,el grito que florece en medio de los labiosy torna a ser el finun sencillo reflejo de tu cuerpo,el cristal que a tu imagen desafía,el sueño que en tu sombra se aniquila.Olas de luz tu voz, tu aliento y tu miradaen la dolida playa de mi cuerpo;olas que en mí desnúdanse como alas,hechas rumor de espuma, oscuridad, aroma tierno,cuando al sentirme junto a tu desnudo se ilumina la forma de mi cuerpo.Un mar de sombra eres, y entre tu sal oscura hay un mundo de luz amanecido.

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